¿Por qué lava el jabón?

Cuando nos manchamos acudimos enseguida al agua a lavarnos bien, pero si no hay jabón, es una batalla perdida.

A veces el agua puede bastar para quitar suciedad que haya quedado atrapada de manera superficial o se haya fijado por humedad, pero si el fragmento de suciedad tiene un recubrimiento de grasa o se adhiere a la grasa de la superficie sucia, el agua tan solo resbalará por encima de la partícula, sin limpiarla.

Esto se debe a que el agua y el aceite se repelen, y por eso el agua no puede desincrustar la suciedad cuando hay grasa de por medio.

Aquí es donde entra en juego el jabón: a diferencia de los disolventes como el alcohol o la gasolina, que podrían acabar estropeando la ropa o la piel, el jabón lo que hace es atraer la partícula de suciedad hacia el agua, para que después ambas puedan enjuagarse a la vez.

Esto se logra gracias a la composición química del jabón: las moléculas son casi idénticas a las del aceite, pero en un extremo tienen una pareja de átomos con carga eléctrica que se asocian con las moléculas de agua. Este extremo arrastra la molécula de jabón hacia el agua, y la disuelve, mientras que el resto de la molécula de jabón se engancha a la grasa, y la separa de la superficie sucia.

Por eso, lavarnos con jabón nos deja una sesación de frescor y limpieza.

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